VAYA CON DIOS, AMIGO MIO.

Ha sido un mes muy, muy largo. Y el regreso ha sido triste. Hace un rato estuve velando el cadáver de mi amigo Claudio Cortés, quien esta mañana de viernes 13 se adelantó en ese camino que he visto de cerca, pero al que él fue llamado ya.

Claudio y yo trabajamos juntos en Radio Antena 9, en Temuco. Fue mi operador en esas largas mañanas de 7 a 12 en las que me acompañaba, él en su puesto de control colocando la música y las cargas comerciales, haciendo la producción, contestando llamadas, y yo ante el micrófono, animando al público a pasar ratos amenos, en ese ambiente que inventábamos cada día y que se nutría de numerosas charlas entre canción y canción, con innumerables tazas de café y uno que otro cigarrillo subrepticio. Claudio era un tipazo. Sonreía de manera singular ante mis chistes y ocurrencias y nos mofábamos en secreto ante la incapacidad del Director de la radio. Vivimos momentos intensos en varias ocasiones muy señaladas. Como aquella mañana del 2 de junio del 2000, cuando un fuerte temporal de lluvia y vientos huracanados echaron por tierra todas las estaciones de radio y TV en esta capital de la IX Región de Chile y fuimos la única emisora en seguir al aire y prestando ayuda a la comunidad entera. Esa vez, junto con el resto del equipo estuvimos trabajando ininterrumpidamente hasta la madrugada del domingo, en una jornada memorable.

Cierta mañana de septiembre del siguiente año, 2001, estábamos transmitiendo normal, como siempre, cuando de pronto Claudio me llamó de urgencia desde la ventana del cuarto de control. Él tenía una tv ahi y estaban proyectando imágenes en vivo de una tragedia en Manhattan, Estados Unidos. Tardé segundos en comprender que se trataba de algo tan importante que era necesario cortar el hilo de la programación y comenzar a informar que un avión se había estrellado en una de las torres del World Trade Center. Ni Claudio ni yo atinábamos a comprender cabalmente las dimensiones del asunto, pero no vacilamos en seguir nuestro instinto radiofónico. No paramos sino hasta mucho después...cuando todo había terminado.

Y como esa mañana, también, cuando el accidente del Concorde que dejó a este hermoso avión en las puertas del olvido, o en las Elecciones Parlamentarias y la cobertura informativa que desarrollamos, y cómo olvidar aquella manifestación ante la Intendencia, fueron muchas jornadas juntos, trabajando, conviviendo, conociéndonos, sabiendo que nos unía un sincero amor a nuestro trabajo. El Claudio nació para estar ahi y yo sentí siempre su apoyo, su calidad humana. Vale decir, en su justa medida, que era mucho más que un excelente compañero.

Lo vi en enero de este año, cuando ya había sufrido su primera intervención quirúrgica y venía la segunda. Hice bromas respecto a la manera como lo saludaría la siguiente vez que lo viera. Le dije que le iba a dar una abrazo y unas palmadas fuertes en la espalda y que le invitaría unos habanos puros. Sin embargo ya no se dio esa oportunidad. Aquejado de esta problemática, tan intensa, que me ha impedido estar bien conmigo mismo, solo supe de él hace poco, en que Sergio Siade me dijo que Claudio estaba en agonía y que hospitalizado, solo esperaba el momento...

Hoy se ha ido. Y me duele que haya sufrido de una manera injusta y tan dolorosa, en esa agonía larga y cruel causada por un tumor canceroso. Hace un rato, estaba ahi, frente a mi amigo, con su piel morena, esos ojos enormes que se adivinaban bajo los párpados cerrados para siempre, y una especie de semi sonrisa en su rostro, sereno. Y sucedió entonces que lo ví por última vez, despidiéndome de mi amigo, pensando en que más que nada fue un "hasta luego", pues tarde que temprano, cuando sea mi momento, me corresponderá transitar el mismo sendero. Si, estoy triste, pero confío que cuando me toque cruzar el puente, quizá pueda atisbar más allá y descubrir que, con su sonrisa, me pueda decir, "¿como estás escuincle?".

Hasta luego, amigo mío. Ve con Dios.